En el momento en el que un rayo de luz entra en una gota de agua, esta
luz se descompone en colores. Además, la dirección del rayo también varía un
poco. Al llegar al lado opuesto de la gota, la luz intenta salir de la misma.
No obstante, una parte no lo consigue y se ve reflejada hacia atrás. Como las
paredes de esta gota son curvadas, tendremos como resultado luz remitida hacia
atrás en un ángulo de 138º. Es precisamente este ángulo el que explica el
porqué de la formación del arcoíris.
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